¡Adorado sea el Santísimo Sacramento del Altar! ¡Ave María Purísima!
Esta última proclama que forma parte intrínseca del lema y, por tanto, de la espiritualidad de la Adoración Nocturna Española ha querido ser la estrella luminosa que guiara el sendero de los jóvenes adoradores en esta nueva etapa que se abría ante nosotros con el Encuentro Nacional que el julio pasado celebramos en Loeches (Madrid). Allí fue la Virgen la que nos recordó que nuestra vocación de adoradores debe transcurrir irremediablemente a través de Ella, la primera adoradora en aquella fría noche de Belén o en la tormentosa vigilia del Calvario. Ella nos enseña a contemplar y a adorar a su Hijo en la Eucaristía, carne de su carne y sangre de su sangre. “Este camino virginal (el de María) para hallar a Jesucristo, es un camino de rosas comparado con los demás caminos” (152, del Tratado).

Era este el motivo por el que todos los jóvenes nos comprometimos a iniciar un viaje precioso que nos acercara más a Nuestra Madre, y por ende al Señor. Así hemos realizado juntos la lectura en común del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis María Grignion de Montfort. Para todos ha supuesto un descubrimiento del grandioso poder de intercesión de María, que nos reviste de su hermosura antes de presentarnos al Señor. Ningún cristiano puede cometer la insensatez de prescindir de esta Reina para llegar al Rey, ni mucho menos un adorador nocturno. “Cristo, sabiduría infinita, que tenía un deseo inmenso de glorificar a Dios, su Padre, y de salvar a los hombres, no ha hallado medio más perfecto y más corto para hacerlo que someterse en todo a la Santísima Virgen, no sólo durante los ocho, diez o quince primeros años de su vida, como los demás niños, sino durante treinta años, y ha dado más gloria a Dios, su Padre, en este espacio de tiempo de sumisión y de dependencia de la Santísima Virgen, que le hubiese dado empleando estos treinta años en hacer prodigios, en predicar por toda la tierra, en convertir a todos los hombres: que, si hubiese creído lo otro más perfecto, lo hubiese realizado. ¡Oh, cuán grandemente se glorifica a Dios sometiéndose a María, a ejemplo de Jesús! (139, del Tratado). De modo que, si la mayor parte de la vida del Señor estuvo bajo la tutela de María, qué sentido tendría que nosotros obviáramos estos treinta años para centrarnos en los tres últimos. En la A. N. E. Joven fuimos conscientes de ello y ese fue el génesis de esta iniciativa.
Sin embargo, no podíamos quedarnos en el conocimiento teórico que supone la lectura del didáctico Tratado de San Luis María. Si queríamos ser coherentes con lo recibido en él debíamos ponerlo en práctica. De ahí que el día 20 de febrero hayamos comenzado la última y definitiva etapa de nuestro periplo. Quisimos recoger el guante que este gran santo francés nos lanzaba a partir del punto 227 de su obra cumbre, el Tratado. En ese apartado hace hincapié en las diferentes prácticas particulares que existen en orden a experimentar y a fomentar la devoción a María. Y, entre ellas, sobresale con extrema dulzura la Consagración a su Inmaculado Corazón, tan ofendido y ultrajado por tantos pecados, cometidos especialmente durante la noche. De aquí mismo nace el carácter reparador que los adoradores asumen gustosos como parte integrante de su vocación. Nuestras horas de adoración son un humilde consuelo con el que deseamos sanar los corazones de Jesús y de María que tanto nos aman.

Esta Consagración supondrá para todos un ofrecer nuestras vidas y cada uno de los días que nos queden por delante a María, y por Ella a Jesús. En cierto sentido “no es más que una perfecta renovación de los votos y promesas del Bautismo”. Algo a lo que damos demasiada poca trascendencia para tanta como en verdad tiene para nosotros. Esta Consagración nos servirá para aprender a hacerlo todo por María, con María, en María y para María. No hay mejor maestra de salvación, porque como dice San Germán: “así como la respiración es una señal cierta de que el cuerpo no está muerto, el pensar frecuentemente, el invocar amorosamente a María es una señal cierta de que el alma no está separada de Dios por el pecado”. Lo que supone que nuestro grado de amor por María será el mejor termómetro para medir nuestras opciones futuras.
Con este fin, quisimos escoger el día de la Anunciación a María como la fecha de nuestra entrega incondicional a Madre. San Luis María siempre recomienda elegir para esta bonita ofrenda una fiesta mariana, recomendando con predilección la Encarnación. En ella se conmemora la cautividad y la esclavitud de Jesús en el seno de María, donde quiso depender totalmente de Ella para todas las cosas en orden a la mayor gloria de Dios y a nuestra salvación. Pero la Providencia dispuso que este año el 25 de marzo fuera el Domingo de Ramos. Lo que nos regala la oportunidad de vivir la preparación de 33 días que San Luis María estipuló como preludio de la Consagración a la par que los 40 días Cuaresma, que siempre suponen una fuerte llamada a la conversión personal. El hecho de entrar a ser posesión de Nuestra Madre justo al inicio de la semana más importante del año nos ayudará a vivir los días de la Pasión de Cristo de una manera tan íntima, como no puede ser de otra forma en el Corazón traspasado de María, que seremos capaces de morir y resucitar con el Señor. Seguramente que, después de todo ello, ya nunca volveremos a ser los mismos.
Gracias a esta “coincidencia” en las fechas podremos estar presentes, en María, en la misma institución de la Eucaristía en el Cenáculo de Jerusalén el Jueves Santo, junto al resto de discípulos. Cada joven tendrá la ocasión de participar junto a sus hermanos adoradores en el acontecimiento que da sentido a nuestras vidas y fuerza y alegría a nuestros días: la constitución, por el Señor, del sacramento por el que se cumple Su deseo más personal, quedarse con nosotros en la custodia y el sagrario hasta el último día.
En el próximo número quizá podamos daros cuenta de la culminación de nuestros anhelos en la Consagración al Inmaculado Corazón de María. Por el momento, os pido junto a todo joven adorador que nos tengáis presentes en vuestras oraciones y plegarias para que seamos fieles a la preparación y sepamos poner el corazón sólo en Jesús y en Su Madre. ¡Encomendadnos hermanos! Al igual que me atrevo a preguntaros, ¿este camino de Consagración es sólo apto para los jóvenes o podemos ponerlo en práctica cualquier adorador, incluso junto a todo nuestro turno? Los inmensos beneficios que de ella derivan no creo que estén privados a nadie, ¿no creéis?
Juan Carlos, Vocal Nacional de Jóvenes de la Adoración Nocturna Española