El culto a la presencia real de Jesús en la Eucaristía es algo que en la Iglesia se remonta a sus orígenes. Aunque hay que señalar que tuvo un impulso especial con la Institución de la fiesta del Corpus Christi en el año 1264.
Diversas prácticas piadosas de adoración al Santísimo se fueron llevando a cabo a lo largo de los siglos, hasta que a principios del siglo XIX, exactamente en noviembre de 1810, el sacerdote italiano Santiago Sinibaldi dio los primeros pasos de lo que más tarde sería la Adoración Nocturna. El 23 de diciembre de 1815 esta obra de la Iglesia era erigida canónicamente y puesta bajo el patronazgo de la Virgen María y del Santo español San Pascual Bailón. El Papa León XIII la elevaría a Archicofradía y Pío X le concedió el Privilegio de agregarse todas las asociaciones canónicas cuyo objeto sea la adoración nocturna al Santísimo Sacramento.

Pero la Adoración Nocturna se distingue, entre otras cosas por ser una obra de seglares. Por ello es sin duda que en los orígenes de esta obra tiene un lugar destacado un judío converso llamado Hermann Cohen. Hermann nació en Hamburgo el 10 de noviembre de 1821. Pianista excepcional y de extraordinaria sensibilidad musical, discípulo predilecto de Franz Liszt. Fue precisamente la Eucaristía quien le llevó a la conversión al catolicismo. La primera vez que recibió la bendición del Santísimo el la recordaba con estas palabras que más tarde escribiría: «Experimenté por primera vez una emoción vivísima, pero indefinible, como remordimiento de tomar Parte en esta bendición». Tal fue el gusto que le sacó a aquella primera experiencia que comenzó a visitar iglesias. Así llegó a la adoración del Santísimo que se practicaba en la capilla de las Carmelitas Descalzas de París. Un día, llegada la noche, le hicieron señas para que abandonara la capilla. Él, fijándose en un grupo de mujeres que estaban allí dijo que ya se marcharía cuando lo hiciesen ellas. Pero ¡eh aquí su sorpresa cuando le indicaron que ellas podían quedarse, pero él no! Entre nostálgico e indignado se dirigió al vicario general de la archidiócesis para contarle su incidente y su deseo. El vicario le respondió con estas palabras: «Encuentre hombres y nosotros le autorizaremos a imitar a esas piadosas mujeres de las que tanta envidia siente por permanecer a los pies del Señor». Y así lo hizo. Un 6 de diciembre de 1848, en la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, en París, Herman Cohen junto a otros 23 hombres celebraría la Primera Vigila de la Adoración Nocturna.

Veintinueve años tardaría la Adoración Nocturna en llegar y asentarse en España. Y lo haría a través de un pequeño grupo de siete caballeros encabezados por quien es considerado el fundador de la obra en este país, Luis de Trelles y Noguerol. A Luis de Trelles lo podemos considerar un ilustrado de su época, insigne jurista, periodista, teólogo y sobre todo un enamorado de la Eucaristía. El junto a sus seis compañeros, iniciaban en la noche del 3 de noviembre de 1877 la primera Vigilia de la Adoración Nocturna en España. El marco elegido fue el ya desaparecido convento de Capuchinos del Prado, que se encontraba frente a lo que hoy es el Congreso de los Diputados en Madrid.
La Adoración Nocturna en el mundo cuenta en la actualidad con más de un millón de miembros y está presente en los cinco continentes. En España el número de adoradores supera los 25.000 repartidos en 756 secciones con presencia en todas las diócesis del territorio nacional.
Más de 150 años de presencia en el mundo, más de 100 en España y la presencia de jóvenes en esta obra avalan su fuerza y su futuro, pero sobre todo, el mejor aval y la mejor tarjeta de presentación es LA FIDELIDAD que estos miles y millones de adoradores mantienen cada mes en su cita con Jesús Sacramentado, una cita que se revive en cada Eucaristía, una cita que sigue llamando cada día a hombres y mujeres que desean ser Adoradores de noche y Testigos de Día.